domingo, 4 de diciembre de 2011

Libertad.

En cierto modo, soy semejante al patético monstruo creado por el doctor Frankestein. No me siento partícipe de este mundo pequeño y mezquino donde he nacido, no pertenezco a ningún lugar y nada tengo en común con aquellos a quienes por clase y condición, debería considerar mis iguales.
Desgraciadamente, como le ocurre a la criatura del relato, el precio que he de pagar por ser distinta a los demás es la soledad.
Desde el mirador donde me encuentro diviso el horizonte azul grisáceo del mar, y me digo a mi misma que allí, al otro lado del océano, se encuentra mi anhelo secreto, mi libertad.


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